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martes, 1 de febrero de 2011

LA MUERTE DE BALDER/BALDER'S DEATH


Balder, dios nórdico de la luz, la belleza, la sabiduría y la paz
Balder, norse god of light, beauty, wisedom and peace


Según cuentan las antiguas profecías del norte, llegará un aciago día en que una anciana profetisa, ya fallecida, se levantará de su tumba tan solo unos instantes para lanzar un terrible grito: “¡Balder, el hermoso Balder va a morir!”. Ese grito resonará hasta la cima del fresno Yggdrasil, el árbol que sostiene el universo, alertando a todos los dioses nórdicos, que se mirarán unos a otros aterrorizados… No sin razón, pues de Balder depende el destino de todos los demás Ases, los dioses del norte.


Yggdrasil, el árbol que sostiene los mundos


Balder, el dios más puro y resplandeciente, el más hermoso de los hijos de Odín, amado por todos. Un ser tan hermoso que la mismísima Hel, diosa de los infiernos, no podría evitar sonreír al mirarle; tan puro que es imposible mentir en su presencia; tan agradable que todos los dioses lo aman como a su hijo predilecto, y los hombres le dieron el apodo de “Esperanza”. No, los Ases no podían creer que Balder pudiera morir, ¡era imposible!

Friga, su madre y esposa de Odín, se siente desolada. Aunque los otros dioses tratan de convencerla de que los temores de la profetisa no son ciertos, ella no puede creerles, ya que ella misma lleva varias noches padeciendo pesadillas que le anuncian la muerte de su amado hijo.
“Balder está en peligro” afirma Friga “Va a morir a menos que todas las sustancias terrestres capaces de dar la muerte, sean desarmadas por adelantado”. Así, Friga baja hasta la tierra y se dirige a todas las fuerzas naturales: los volcanes, las trombas de aire, el hielo, el granizo,… Y a todas les hace jurar que protegerán a su hijo Balder. Busca a las potencias acuáticas: desde el inmenso mar a los más pequeños riachuelos. También a las piedras, las rocas y los diminutos guijarros. A todos los metales, desde el oro hasta el hierro. A todas las plantas y árboles, desde el fuerte roble, hasta el más diminuto arbusto y la más insignificante brizna de hierba. Y todos los elementos le hacen el mismo juramento.

Regresa Friga a Asgard (el mundo de los dioses) más tranquila y anuncia el éxito de su viaje. Todos los Ases lo celebran con alegría y un espléndido banquete. Finalizada la comida y habiendo brindado de nuevo en honor a Balder, alguien propone a modo de juego divertido, probar contra él todas las sustancias que se comprometieron a protegerlo, para así comprobar hasta qué punto le serán fieles.
Comienzan con las más inofensivas: le lanzan un puñado de tierra, y éste se deshace en el aire antes de tocarlo; vierten sobre él un cántaro de agua, y ésta forma una cascada por encima de él sin ni siquiera mojarle la ropa; otros intentan golpearle con una vara de avellano pero la vara se escapa de la mano que la sostenía y se parte por sí sola en dos.

Balder, divertido con el juego y viendo que es invulnerable, comienza a animar aún más a sus compañeros para que traten de herirle.

El hábil Uller le lanza una flecha sin punta y dirigida hacia un hombro, por temor a hacerle daño. Sin embargo, la flecha pasa a muchos metros de su meta y sigue volando por los aires, alejándose de Balder más allá de las nubes.

Lo mismo sucede con los otros diez Ases que lo intentan también. Uno le lanza un fragmento de roca y otro una pesada rama, pero, la piedra recuerda el juramento que le hizo a Friga y también la rama, pues procedía de un árbol.
Envalentonado con tantas pruebas tranquilizadoras, Freir quiso probar con su espada mágica; pero, esta vez, la espada no obedeció sus órdenes. Thor lanzó su martillo, que, después de retroceder a gran velocidad, cayó al suelo muy cerca de sus pies. La espada y el martillo eran de hierro y el hierro también recordaba el juramento que le hizo a Friga.

Loki no se guardó de presentarse pero también fracasó en su intento.

Acabaron las pruebas, o eso creían, cuando vieron avanzar a tientas, hacia el resplandeciente Balder, a su propio hermano Hod, el dios ciego. Hod agitaba con su mano una ligera mata de hierba, o al menos eso parecía en comparación con los temibles artefactos que habían utilizado los demás.
Al ver a Hod, todos los presentes se carcajearon ante su débil tentativa. Loki, colocado a su lado, era el que más se reía de todos. Hod también se reía con los demás, pero, avanzaba, avanzaba, mientras agitaba su puñado de hierba. Luego, un poco inseguro, e informado sobre la dirección en que debía dirigir el tiro por alguien situado detrás suyo… Con toda su fuerza, que era prodigiosa, lanzó su frágil ramo hacia Balder.

Loki dirige el brazo de Hod


Alcanzado en pleno pecho, Balder se postró sobre sí mismo. Aquella luz blanca que resplandecía alrededor suyo se apagó de golpe; cerró los ojos, dejó caer la hermosa frente descoronada sobre su hombro… Balder estaba muerto.
La saeta que acababa de alcanzarle no era sino una rama de muérdago. Friga había dirigido su súplica al roble, pero no se había acordado del muérdago que crecía sobre sus ramas y el muérdago no le hizo ningún juramento.

Muerte de Balder/Dead Balder por/by Eckersberg


Hod el ciego, cuyo nombre no volvería a ser pronunciado, escucha los gritos desesperados del resto de los Ases y pregunta preocupado por lo sucedido. Al saber lo ocurrido, corre desconsolado junto a su hermano muerto y denuncia a Loki como autor del desastre. Loki le había reprochado a Hod que él era el único que no participaba en las diversiones en honor a Balder. Él fue quien le armó con la planta fatal y quien dirigió su brazo, porque estaba celoso de la perfección de Balder. Pero cuando buscan a Loki, descubren que éste ha desaparecido…

Sin duda, para escapar de la venganza de todos, Loki ha huido a las montañas para encontrarse con sus aliados naturales, los gigantes, o tal vez a lo más profundo de los mares, junto a la serpiente Yormungard. Mientras se lamentan y se preguntan por el paradero de Loki, el alma de Balder es llevada por los Elfos negros a Nifleim, el sombrío vestíbulo del infierno.
A pesar de la muerte, Odín espera que su hijo le sea devuelto. Envía a Hermod, mensajero de los dioses, a ver a Hel, diosa del infierno. Hasta allí llegó él, montado sobre su caballo Sleipnir, pero Hermod no consiguió nada de Hel, ni siquiera con promesas ni con amenazas. El destino se había pronunciado, y el destino está incluso por encima de los poderosos dioses.
Entonces Friga marchó en persona a ver a la pálida Hel y lloró frente a ella y sus lágrimas lograron ablandar el corazón de la gélida y despiadada Hel, que le dijo:

“Que todos los seres de la creación, todos esta vez, ¿me oyes? Den una lágrima a Balder, una lágrima parecida a la que tú acabas de verter por él. Sólo entonces Balder será devuelto.”

"Hel" por/by Gustav Doré


Friga quiso encargarse ella misma de realizar esta tarea, pues en ella residía su única esperanza. De nuevo se puso en marcha y recorrió toda la tierra. Reunió a su alrededor a todos los pueblos, y sólo con escuchar el nombre de Balder, los llantos brotaban de todos los ojos. Durante tres meses recorrió los bosques, las montañas, los lagos y mares, y visitó a los animales que los poblaban, y todos lloraron. Se adentró incluso en la morada de los gigantes, los enemigos de los dioses, y, ante su dolor, los gigantes sollozaron también. Cada roca, cara árbol lloró.
Friga, con alegría en su corazón, creía cumplida su misión, pero entonces se enteró de que le faltaba hablar con una sola persona, una anciana que vivía al este de Midgard (la Tierra), en medio de un bosque de árboles de hierro. Como vivía sola y lejos de cualquier camino, no se pudo cruzar con ella durante el viaje.

Así que Friga subió a través de empinadas pendientes, llenas de baches y torrentes de agua, para poder llegar donde se encontraba la anciana. Al contarle su desgracia, hasta los árboles de hierro lloraron, pero la vieja no derramó ni una sola lágrima. Se llamaba Thorck, y su corazón era diez veces más duro que su nombre.
- ¡Qué me importa a mí tu Balder! –dijo a la diosa- ¡Qué me importa que esté vivo o muerto! Tienes más hijos, yo ya no tengo ninguno. Antaño tuve cuatro, todos ellos eran mi alegría y mi orgullo. ¡Qué guapos eran y qué grandes! Pero tu hijo Thor los mató a los cuatro. Entonces lloré sin cesar. Ahora se acabó. Busca lágrimas en otra parte, yo no tengo para el dolor de los demás.
Friga se arrodilló ante ella, le rogó y le suplicó, pero la vieja Thorck siguió inflexible y, por su causa, Balder debía seguir siendo prisionero de Hel.

A partir de ese preciso momento se comenzó a escuchar un ruido extraño, increíble y confuso entre los hombres de Midgard. Los druidas lo repetían en voz baja a sus iniciados. En el aire, voces misteriosas lo susurraban en medio de la noche… Ese ruido, ese secreto terrible, revelado inesperadamente, es que los dioses tenían que morir también algún día. Sus destinos dependían irrevocablemente del destino de este frágil mundo que gobernaban, y este mundo se dirigía hacia su ocaso dado que el resplandeciente Balder había muerto…

Pero no sufráis queridos amigos, pues Balder no moriría para siempre…
Aún quedaba esperanza…

(CONTINUARÁ)

Fuente bibliográfica: “Mitología del Rin” de X.B.Saintine. Con ilustraciones de Gustav Doré.

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